Mientas asistimos a una era reformista de las formas y usos del arte, se va generando el nuevo debate. La funcionalidad de lo general en la paranoia de la pluralidad. No ofensas a parte, podemos tomar un par de caminos sinuosos para nuestro fin.
Tomar las baldosas por las que caminamos como el antiséptico lugar por donde circula la vida de una sociedad sin consecuencias mas allá de los balances de la política electoral o reformular los espacios públicos como manera de vivir mas allá de la sala que nos conecta vía banda ancha al cordón umbilical del planeta.
De una manera u otra, la tan aclamada y cacareada sociedad global no aguanta el examen a la hora de proponer - al menos - una conciencia mas o menos uniforme, necesaria en todo caso para afrontar de manera práctica una propuesta de tales magnitudes.
Los lugares donde convivimos mas que soportar el paso de nuestras vicisitudes socio políticas, obedecen al abuso estatal, al desgaste que someten todo el aparato republicano edificaciones, plazas, muros y monumentos. Hoy en día, poco es posible disfrutar la ciudad, se reserva el uso de la ciudad y sus posibles recursos al fin del estado, suprimiendo casi con violencia, el uso inteligente y el desarrollo de la cultura de nuestra sociedad.
En algún momento de la historia occidental, dejamos de vivir en nuestras ciudades para pasar a sufrirlas y mantenerlas. La sociedad solo se quedó en términos demográficos y estadísticas de departamento burocrático. Los individuos que forman el súper estado que mantiene el parapeto apoyado en constitución, estado de derecho y demás sandeces de líneas editoriales, hemos perdido el derecho al uso de lo que pisamos pero no gozamos en su libre transito.
Entonces, ¿como hallar ese lugar común para la convivencia de manera que exceda la relación económica de nuestro sistema de mercado para volver por el fuero de nuestra identidad ?
¿ A quién corresponde la función de buscar lo perdido?
Necesitamos violentar el estado de cosas actual, dar un giro al espacio publico que ha sido secuestrado por la propaganda y la publicidad, necesitamos ofrecer alguna manera de resistencia y reclamar lo que miran nuestros ojos al caminar cada día. La burocracia para estatal se adueñó de las paredes, muros y plazas; poco lugar queda ahora para la critica inteligente y nuestra interacción con el entorno, es cada vez mas complicado proyectar un mensaje que haga uso de la deliciosa ecuación tiempo mas lugar, igual mensaje.
Aquí - complicado usar el termino - o allá uno o mas obstáculos ponen retos nuevos al urbanismo moderno. El fin de la ciudad se ha enredado en las normas y leyes, que defienden al individuo por encima del conjunto, atentando de paso, contra espacios en desarrollo que simplemente no se dirigen hacia ningún lado estéticamente.
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Los lugares donde convivimos mas que soportar el paso de nuestras vicisitudes socio políticas, obedecen al abuso estatal, al desgaste que someten todo el aparato republicano edificaciones, plazas, muros y monumentos. Hoy en día, poco es posible disfrutar la ciudad, se reserva el uso de la ciudad y sus posibles recursos al fin del estado, suprimiendo casi con violencia, el uso inteligente y el desarrollo de la cultura de nuestra sociedad.
En algún momento de la historia occidental, dejamos de vivir en nuestras ciudades para pasar a sufrirlas y mantenerlas. La sociedad solo se quedó en términos demográficos y estadísticas de departamento burocrático. Los individuos que forman el súper estado que mantiene el parapeto apoyado en constitución, estado de derecho y demás sandeces de líneas editoriales, hemos perdido el derecho al uso de lo que pisamos pero no gozamos en su libre transito.
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