4.2.06

Obviar II

En serio, en el autobús de Tulcán a Quito logré percibir el tufito de los vecinos entre el slang de Rodrigo D no futuro. Yo venía bien ocupado con los 30 discos compactos que usaba para contar las horas y no desesperarme, se supone que si empezaba el viaje en el primer disco de rage against the machine según el orden en el que los tenía en mi bolso, para cuando llegara al Árbol de Josué (traducción libre del autor) lejos debía haber llegado a la capital del Ecuador. En algún punto del viaje de seis horas, el autobús se detuvo en el punto mas gris de la tierra. Digo gris, es que era gris, el piso, el autobús rojo era gris, mi chaqueta era gris, el azulísimo cielo era gris (ni una nube, pero hubieran sido grises así que qué gracia). El man que hizo la requisa solo hizo bajar a los parceros de al lado, me imagino que ellos se bajaron cantando "mataron al negro bembom, mataron al negro bembom, hoy se llora noche y día...". Yo solo le miré los dedos al impresionante negro de dos metros y pico que les solicitaba sus documentos de identidad, cuando los hizo bajar dije en mis adentros "estos cagan seguido un par de días donde los requisen". Al final me distraje pensando en qué iba a hacer si llegaba a comprar algún cd o alguien tenía la deferencia en regalarme uno de esos compilados que se regalan para que el turista regrese a donde salió mostrando lo bonita es la música de por allá, el problema es que mis 30 discos tenían que escucharse en un orden en el viaje de ida y en el inverso al regresar y alterarlo me resultaba harto fastidioso. Claro siempre estaba la cuestión de que la comida china no haya resultado de mala calidad justo a mitad de camino. Los de al lado se estaban pegando una traba de aguardiente bien interesante y justo me quité los audífonos para pedirles un trago con la amarga excusa del frío, pero que va, craso error, las diosas del vallenato también habían cruzado el puente rumichaca y como a mi, tampoco les habían pedido papeles. Juré no quitármelos hasta bajarme en la capital.

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