Reproduzco a continuación un par de artículos que encontré en elástico acerca de la síntesis y el sampleo, cosas que así lo nieguen los mas puristas de la música, nos cambió la vida a todos. Como promesa de fin de año un artículo acerca de como me cambió la vida el sampling,
Uno:
1934. Laures Hammond y el teclado del rock
por Ignacio Escolar, en escolar.net
Un relojero estadounidense diseñó el único sintetizador que, de momento, no ha podido ser imitado a la perfección por los nuevos aparatos digitales. No es extraño: recrear el sonido de esta mítica lavadora es casi tan complicado como “renderizar” el viento. Se trataba de un órgano eléctrico basado, a pequeña escala, en el mismo sistema de síntesis de dinamos del Telharmonium. Fue el primer instrumento popular de la historia que no se desafinaba. Su creador, Laurens Hammond, hizo inmortal su apellido al bautizar con él a su criatura: el órgano Hammond.
A imitación de los órganos de tubos de las iglesias, el Hammond contaba con dos teclados superpuestos de 61 teclas más un tercero de 25 para los bajos que se accionaba con los pies. Otro ingeniero de la épica, Don Leslie, desarrolló un altavoz giratorio instalado sobre un motor que rotaba a diferentes velocidades. Este sistema de amplificación extra, llamado Leslie, es en gran parte el responsable de su peculiar timbre y una de las razones que lo hace inimitable. Era un extra que se adquiría por separado, a pesar de que Don Leslie intentó vender el invento a la compañía Hammond. Pero Laurens se negó: no quería nada que ensuciase el pulcro sonido de SU organo. Los músicos tenían otra opinión al respecto y el altavoz Leslie se convirtió en complemento imprescindible.
El instrumento –relativamente barato, extremadamente resistente y con un sonido rico y expresivo– fue rápidamente adoptado por los músicos de jazz y blues de los años 40. Estaba tanto en los bares como en las iglesias, donde servía a los coros de góspel. La compañía prosperó y fue desarrollando distintos modelos siempre fieles al sistema de dinamos y rotores de los primeros prototipos. En la década de los 50 se convirtió en el teclado del rock and roll. La compañía aumentó su catálogo con nuevos teclados portátiles. Surgieron otras muchas compañías que desarrollaron instrumentos a partir del mismo sistema de síntesis, pero Hammond siguió siendo el rey. Hasta que llegaron los 70.
Laures Hammond murió en 1973. Su compañía le siguió a la tumba pocos años más tarde. Los músicos habían dado la espalda temporalmente a estos instrumentos en favor de otros sintetizadores más avanzados. Al morir el fundador, los nuevos directivos decidieron abandonar la producción de sus clásicos órganos para embarcarse en la fabricación de nuevos instrumentos. Un gran error, la empresa quebró dos años después y, desde entonces, la marca ha dado tumbos de propietario en propietario. Una historia similar a la de Harley Davidson, que en los años 80 se puso a fabricar scooters para competir con las compañías japonesas, pero sin final feliz. Esta marca volvió a sus orígenes años después y transformó sus motos en artículos de lujo. Hammon, sin embargo, fabrica hoy unos teclados que parecen casiotones y no ha vuelto a recuperar su antigua grandeza.
La historia le daría la razón a Laures Hammond, que insistía en no abandonar los órganos clásicos, confiado en que su sonido volvería a estar de moda. Durante la década pasada, el acid jazz y discos como Scremadelica de Primal Scream abrirían nuevas posibilidades a este instrumento que se ha convertido en un artículo de coleccionista.
______
Uno:
1934. Laures Hammond y el teclado del rock
por Ignacio Escolar, en escolar.net
Un relojero estadounidense diseñó el único sintetizador que, de momento, no ha podido ser imitado a la perfección por los nuevos aparatos digitales. No es extraño: recrear el sonido de esta mítica lavadora es casi tan complicado como “renderizar” el viento. Se trataba de un órgano eléctrico basado, a pequeña escala, en el mismo sistema de síntesis de dinamos del Telharmonium. Fue el primer instrumento popular de la historia que no se desafinaba. Su creador, Laurens Hammond, hizo inmortal su apellido al bautizar con él a su criatura: el órgano Hammond.
A imitación de los órganos de tubos de las iglesias, el Hammond contaba con dos teclados superpuestos de 61 teclas más un tercero de 25 para los bajos que se accionaba con los pies. Otro ingeniero de la épica, Don Leslie, desarrolló un altavoz giratorio instalado sobre un motor que rotaba a diferentes velocidades. Este sistema de amplificación extra, llamado Leslie, es en gran parte el responsable de su peculiar timbre y una de las razones que lo hace inimitable. Era un extra que se adquiría por separado, a pesar de que Don Leslie intentó vender el invento a la compañía Hammond. Pero Laurens se negó: no quería nada que ensuciase el pulcro sonido de SU organo. Los músicos tenían otra opinión al respecto y el altavoz Leslie se convirtió en complemento imprescindible.
El instrumento –relativamente barato, extremadamente resistente y con un sonido rico y expresivo– fue rápidamente adoptado por los músicos de jazz y blues de los años 40. Estaba tanto en los bares como en las iglesias, donde servía a los coros de góspel. La compañía prosperó y fue desarrollando distintos modelos siempre fieles al sistema de dinamos y rotores de los primeros prototipos. En la década de los 50 se convirtió en el teclado del rock and roll. La compañía aumentó su catálogo con nuevos teclados portátiles. Surgieron otras muchas compañías que desarrollaron instrumentos a partir del mismo sistema de síntesis, pero Hammond siguió siendo el rey. Hasta que llegaron los 70.
Laures Hammond murió en 1973. Su compañía le siguió a la tumba pocos años más tarde. Los músicos habían dado la espalda temporalmente a estos instrumentos en favor de otros sintetizadores más avanzados. Al morir el fundador, los nuevos directivos decidieron abandonar la producción de sus clásicos órganos para embarcarse en la fabricación de nuevos instrumentos. Un gran error, la empresa quebró dos años después y, desde entonces, la marca ha dado tumbos de propietario en propietario. Una historia similar a la de Harley Davidson, que en los años 80 se puso a fabricar scooters para competir con las compañías japonesas, pero sin final feliz. Esta marca volvió a sus orígenes años después y transformó sus motos en artículos de lujo. Hammon, sin embargo, fabrica hoy unos teclados que parecen casiotones y no ha vuelto a recuperar su antigua grandeza.
La historia le daría la razón a Laures Hammond, que insistía en no abandonar los órganos clásicos, confiado en que su sonido volvería a estar de moda. Durante la década pasada, el acid jazz y discos como Scremadelica de Primal Scream abrirían nuevas posibilidades a este instrumento que se ha convertido en un artículo de coleccionista.
______
<< Home