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Yo erradamente tenía la leve percepción de que el weblog podía llegar a revolucionar los términos lingusiticos y las formas de construcción de nuestra realidad. He cometido un grave error. Antes de perdernos en la traducción nos hemos perdido en el hiperenlace. Se predican uniformidad donde uno pensaba que se estimulaba la diversidad y la exploración de los límites de nuestra capacidad de contrainformar.
Ingresar al mercado de la red nos llevaría peligrosamente al agotamiento de la fórmula. Preocupan las estadísticas, preocupan las retaliaciones económicas, preocupan las verguenzas que pueda sufrir un post en otro mas popular que decida por aburrimiento aplastarte.
¿Arrojo? ¿Valentía?
Es muy cómodo después de hacer parte de los pioneros, asumir la posición de señalador wanna-be gurú que reclama burocracia. ¿Que no se usa ya el enlace? ¿Como enlazo yo al vagabundo que solo de vez en cuando me viene a contar historias a cambio de empanadas y café con leche frío?. ¿Podcast? ¿Webcam? ¿Set en flickr?. Perdimos la capacidad de expresarnos con simples palabras, caímos bajo la dictadura de los sentidos. El afán de volver todo tangible, enlazable, experimentable a primera mano, nos ha consumido.
Entonces:
Papel y lapiz, tres cuadras a pie, una esquina a la sombra; escriba, reescriba, borre, tache, reescriba, converse, pregunte, encienda otro cigarrillo comprado al menudeo; regrese y deje al sillicon valley en paz.
Al absurdo nuevo mercado de gurús.
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