23.12.04

Ceros y unos para mover la cabeza [parte dos]

Las maravillas del Copyleft

Jose Luis de Vicente en Elástico.net +

1979:Fairlight CMI, el primer sampler.

Sin duda el año cero de la era moderna de la música es 1877, fecha en que Tomas Edison inventa el fonógrafo. Sin él, ni habría 137 millones de discos de Michael Jackson repartidos por el mundo ni existiría la industria discográfica, ese grupo de señores tan preocupados por el MP3 y sus fortunas personales. Pero además, con la capacidad de registrar el sonido aparece también la posibilidad de crear música compuesta no con instrumentos, sino con sonidos de la naturaleza, ruidos industriales e incluso fragmentos de grabaciones de otras piezas musicales.

Desde la ‘musique concrete’ hasta las composiciones de John Cage para “piano y tocadiscos” pasando por los Beatles y sus experimentos con cinta magnetofónica, la música del siglo XX ha sido un permanente diálogo entre sonidos naturales y sonidos grabados. En realidad, todos estos pioneros estaban inmersos en la búsqueda de un instrumento que no existía aún, alguna clase de máquina maravillosa que convirtiese cualquier sonido registrado –una puerta, un grito, el claxon de un coche- en notas musicales tan maleables como las de un piano o una guitarra. Cientos de veces imaginado y soñado, no se hizo realidad hasta 1979. Se llama Sampler. Es el principal responsable de la revolución electrónica de los 90.

Al prohibitivo Fairlight le corresponde el honor de ser el primer aparato de sampling que salió de los laboratorios y centros de investigación y llegó a las tiendas de instrumentos. Pasarían algunos años más hasta que apareciesen máquinas lo suficientemente asequibles para que estuviesen al alcance de DJs y músicos de dormitorio, los verdaderos artífices del matrimonio entre tecnología y música en las últimas dos décadas. Quizás la más popular de todas fue el Akai S-900, diseñado en la Universidad de Portsmouth y lanzado al mercado en 1986.

Antes, para explicar qué es un Sampler (del inglés “sample”, muestra) había que recurrir a retorcidas metáforas como “una máquina para fotografiar sonidos.” Ahora es mucho más sencillo puesto que casi todos tenemos uno en nuestro ordenador; las tarjetas de sonido más comunes funcionan exactamente igual. El invento permite grabar una fuente sonora y tras transformarla en unos y ceros, hace posible modificar cualquiera de sus características: su tono, su timbre…gracias él, el latido de un corazón puede acabar sonando como una estampida de elefantes.

¿Qué es lo que convierte al sampler un instrumento tan revolucionario? Para empezar, la perfección del sonido digital (inédita en los ochenta, cuando la era del Compact Disc no ha hecho más que empezar) hace que por primera vez en la historia de la tecnología musical, los sonidos sintetizados sean prácticamente indistinguibles de los originales.“Samplear” una guitarra o un violín se convierta en la mejor manera de recrearlo. Esta característica permite que orquestas enteras de ochenta y cinco músicos puedan ser reemplazadas por un solo individuo. Pero sus posibilidades creativas van mucho más allá.

Gracias al Sampler, cualquier músico puede hacer que por sus temas desfile la historia completa de la música: los aullidos de James Brown, la afilada guitarra de Jimi Hendrix, la batería de Led Zeppelín, los coros de una grabación de “Carmina Burana”... Con el sampler empieza en la música popular la era del “corta y pega”. Géneros como el “hip hop” elevan hasta extremos insospechados el arte de coger trocitos de aquí y de allá para reordenarlos de una forma nueva y sorprendente. Artistas como DJ Shadow se especializan en crear obras magnas a partir de fragmentos de grabaciones oscuras e inencontrables, y los abogados de la industria discográfica encuentran un filón de oro en los pleitos por “sampleos” no autorizados.

En los 90, los exploradores de nuevos caminos sonoros descubren que, además de robar fragmentos de otros discos, los samplers permiten hacer muchas otras cosas. Por ejemplo: reproducir el sonido de una batería o una guitarra más rápida o más lentamente que en la realidad, o filtrarlo para alterar sus características hasta que quede irreconocible. De estos juegos técnicos surgen los ritmos endiabladamente rápidos del Jungle y el Drum ‘n’Bass o las tinieblas digitales del Trip Hop, los géneros que representan como ningún otro el sonido de la década pasada.

A pesar de haber pasado quince años desde la aparición del Akai S-1000, los samplers siguen siendo la última gran revolución tecnológica en la música de nuestro tiempo. Las vías de expresión que inventaron sus pioneros siguen produciendo nuevos hitos. El grupo australiano The Avalanches batió un nuevo récord de “corta y pega” al incluir en su primer disco más de novecientos fragmentos distintos de grabaciones, y el duo de experimentadores Matmos compuso su disco “A Chance to Cut is a Chance to Cure” a partir de sonidos de bisturís y otros instrumentos quirúrgicos transformados en música gracias a la magia del muestreo.

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