25.10.05

Heriberto


Heriberto se había acostumbrado a sus constantes vaivenes geográficos. Hace tiempo que había salido del pueblito ese clavado en las entrañas del atlántico donde en un gimnasio con olor a orines secos, entrenaba negritos hambrientos para que salieran a darle trompadas su destino en el circuito profesional de boxeo. Ahí mismo en el gimnasio, se habían formado cuatro o cinco campeones mundiales del peso welter que ahora vagaban por la capital fantaseando y contando anécdotas aumentadas a cambio de un pan y chocolate. Entrenar era solo un decir, realmente, pues los sparrings se encontraban era en las mugrosas cantinas de los pueblos porteños cercanos, había que ganarse la reputación a punta de puño limpio y bien borracho, que los cantantes de vallenato se encargaban del resto esparciendo el rumor en sus giras de a peso. en una semana ya todos los que importaban estaban bien enterados de los pormenores de los asaltos que se alcanzaran a disputar antes de que la policía apareciera a dar su veredicto, el ganador iba preso hasta el amanecer y bien contento, el que perdía se iba con el ego maltrecho. Esta noche Heriberto solo pensaba en encontrar techo y cama para dormir desde su sufrido exilio. En una ciudad fría y desconocida, en una ciudad que ni siquiera conocía.

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