2.3.06

Esquina.

Todos los días uno ve como se va despertando la esquina, a punta de estirones se va quitando las lagañas. Extiende sus colorines y suelta la sarta de dialectos comercialoides que buscan beneficios unilaterales. Siempre pierde uno, así es el negocio. La esquina se ha cobrado otra víctima, nada fuera de lo usual. He llegado a pensar en la esquina como célula fundamental de la sociedad, ¿Qué sería de nosotros con calles rectas hasta el infinito, sin lugares para tropezarse con viejos conocidos o con desgracias mas recientes. Vomitan los perros, escupen los sicarios, mean los borrachos y yo veo la esquina despertar. Pepe Grillo mi conocido sobrevolador de fiestas bien lo sabe. Ese le conoce todos sus avatares a la esquina. Es que los borrachos no tendrían sentido sin la esquina, no habría donde tropezarse. Si llego a viejo quiero que digan que viví más que una esquina por que bien aburrido es eso de mirar al horizonte, con todo tan predecible, ahí a la vista y aun así tan inalcanzable. Yo lo que quiero es llegar a la esquina, Doblar y perderme de vista.

Y yo venía pensando en el carácter de una ciudad, como se relaciona, como convive. Pues aquí a duras penas, pocas cosas sobreviven como la esquina. Serán cosas del comercio y la frontera, pero aquí (léase San Cristóbal, Venezuela) el tiempo está como congelado. No sucede nada.

¿Donde está el alma de esta ciudad? ¿como respira esta ciudad? ¿por donde?

Uno desde la esquina puede ver dos cosas al mismo tiempo. Aquí sentado veo precisamente, una bastante pintoresca, en la que se estaciona un hummer y con una escalera de bomberos se baja su conductor a decirle al miserable niño que le cuide el mounstrico a cambio de un baretico. Al lado, un edificio muy bien presentado ahora, pero en el que hace tres años uno de esos mismos que cambia bareticos por ojeadas quemó a otro por que le quitó su botella de goma.

Esta esquina me va a terminar por dar para escribir mi novela en la retirada cabaña de pesca que decían en el librito del nuevo periodismo.



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