11.4.05

11 de Abril de 2002 y los días después.

Pues eso, hace tres años a esta hora estaba pegado a 5 televisores y 5 vcr´s. Como viví (en venezuela) el intento de golpe de estado con la maraña mas enredada de cables detrás de él.

Ya lo de ir a marchar se había convertido en un hobbie mas, masas y masas que decían querer un cambio para el país, religiosamente se reunían para ir con sus banderitas, engañados o convencidos de que se podía revertir los resultados de las elecciones de 1998, en las que Hugo Rafael Chávez Frías había ganado las elecciones por mayoría abrumadora. El asunto de la participación política, era ahora el nuevo pasatiempo nacional, la mayoría de mis conocidos tenían su club de ir a marchar, indumentaria y siempre iban con lo último en moda proselitista. Las señoras mayores aprovechaban el buen ejercicio, los señores paseaban su mirada por los diminutos tops con la bandera que niñas adolescentes usaban para demostrar que sacaban el pecho por su patria, esa que les había dado tantos atributos... no estaba de menos mostrar la belleza de esta tierra.

Por la mañana el asunto se veía apoteósico, nadie, en su sano juicio consideraría a esa masa tan enorme de gente, "manejable". Hacía falta un solo grito de alguien pasado de tragos para que el resto obedeciera sin chistar, ¿que podía salir mal?

Pues visto está, que todo salió mal. Ahora los afanados declaradores de oficio tenían tema de declaración por la próxima década. Emboscada o no, nunca se sabrá exactamente que sucedió. Los sonidos de las balas mezclados con gritos se perdieron hace mucho tiempo en la memoria de los que vimos por televisión lo que sucedía, pero la imágenes todavía están muy frescas en la memoria. El impacto de la memoria visual siempre será mucho mas profundo. Solo quienes caminaban por las avenidas de Caracas esa mañana podrían evocar en su memoria el terror del fuego cruzado. La experiencia ha de ser sobrecogedora sin duda alguna y debe hacer estragos en la cabeza de cualquiera tener que recordar esas cosas.

Las apuestas siempre han sido peligrosas, a veces uno pierde, unas veces mas otras menos. Esta vez la pérdida fue realmente grande, y el mayor error fueron armas de bando y bando apuntadas hacia el lugar equivocado, cegadas por la fe política que se aprendió mucho tiempo atrás en el 58. Esa manera de actuar, inculcada inconscientemente por generaciones pasadas, de lucha irracional e imposición de una cosa sobre la otra por la razón de la sangre llevó al punto de no retorno a una generación entera.

Y la estupidez política de nuestra dirigencia no tenia vergüenza, solo atinaron a reclamar como propia la sangre derramada para uso de sus propias pretensiones. Los unos y los otros, repitiendo el mismo discurso grave descendiendo en espiral hasta el punto de la ceguera.

Uno como espectador se sentía mas que impotente. En que momento de nuestra historia todo un país vendió su conciencia por unos pocas monedas. Nunca hubo causas racionales en el fin de semana de caos que se venía encima.

Las tazas de café iban y venían frente a los cinco televisores, las pilas de la cámara se cargaban una tras otra y mi papá emprendía otro viaje por la ciudad que empezaba a hacerse eco de lo que sucedía en Caracas. Hacerse eco del caos jamás puede ser buena idea, demostrado está y la estirpe dirigente del estado eligió el peor camino posible: intentar la renuncia de uno de los pocos que no renunció en 1992. No hacía falta ser sicoanalista ni brujo para prever lo que sucedería luego.

Entre otras cosas acabo de revisar las portadas de los pocos periódicos que circularon ese fin de semana. Es increíble como después de tantos años de leer manuales de reporterismo uno simplemente se guía por el instinto y por lo que cree ver. Difícil profesión la del periodista, uno quiere dejar de creer para empezar a comprobar y termina en el calvario crucificado por unos, alabado por otros.

Un amigo uruguayo con el que comencé a ver los disturbios temprano el día once de abril, me dijo: "mijo, mejor vayase para su casa que esto se va a poner peor, yo ya he visto como terminan estas cosas". Caminé un kilómetro hasta mi casa. Poca gente se asomaba a la calle, hasta que llegué a una de las plazas insignias de la opocisión y vi que estaban aún mas confundidos. El panorama no podía ser peor.


Es increíble como todo cambia en horas. Pasé la noche en vela y al canal en el que trabajaba, vino un diputado del chavismo a decir en vivo la mañana del 12 de abril que el líder le había fallado a su pueblo. Era una trampa, hasta los partidarios del gobierno se aprovecharon de la situación, el entrevistador días despues tendría un cargo importante en la estructura comunicacional del gobierno. Me imagino la conversación antes de la entrevista entre el diputado y el periodista. Después la cinta de esa entrevista desapareció y mucha gente la había estado buscando durante días. Me enteré que habia aparecido cuando la vi en venezolana de televisión con Luis Tascón a la cabeza denunciando la traición.

Vi a muchos seguidores del MVR llorando, otros aguantando como buenos revolucionarios, vi a copeyanos celebrando, vi a adecos emborrachados de gloria por 24 horas. Vi a la so-called sociedad civil, asombrada y desilusionada del absurdo ímpetu de su coordinadora. Vi chavistas abdicando y jurando no votar nunca jamás, vi gente haciendo maletas, vi gente sufriendo.

Cuando todo se calmó, fui a mi universidad esperando poder ver clases normalmente, asombrado pero normalmente. La misma dirigencia estudiantil, que era adepta al gobierno discutía si se debía reiniciar clase con normalidad. Absurdo. Nunca se dieron cuenta que ese día a pesar de faltar el transporte público, todos asistieron a clases.

A las semanas me senté a pensar en la paradoja en la que se habían convertido tantas voluntades decididas por una y otra causa. Me sentí culpable por haber alimentado mi amarillismo durante tantas horas frente al televisor, me sentí culpable por ser privilegiado espectador extranjero de un dantesco espectáculo que no se debe repetir jamás, me sentí culpable de no haberle dicho a mas gente que no creyeran en los hombres, que solo creyeran en ellos mismos para salir adelante. Una urna electoral puede llevar a la tumba a muchos inocentes.


Lo dicho... en mi opinión.


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